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miércoles, 18 de febrero de 2015

CUIDANDO LA ALIMENTACIÓN EN EL COLE Y EN CASA

     Los nuevos estilos de vida están llevando a que, poco a poco, hayamos descuidado uno de los grandes pilares de nuestra salud y de nuestro hijos: la alimentación.
     Unos hábitos alimenticios adquiridos a partir de una dieta variada, moderada y equilibrada, y realizados todos los días, ayudan a conservar nuestra salud y bienestar; además de tener una repercusión vital en el correcto desarrollo físico, emocional, intelectual y psicomotor del niño.
     A comer también se educa. Pero todo es cuestión de hábitos... Hábitos que podéis (y debéis) transmitir a los niños cuanto antes.
     Vuestro hijo comienza ya a establecer sus gustos, así como sus patrones de conducta y de comportamiento. Por eso es importante ser disciplinado en todo lo que concierne a la alimentación: los horarios de las comidas, la variedad de menús, no ceder siempre a sus caprichos... El niño necesita una alimentación variada, moderada y equilibrada que le permita crecer de forma saludable y desarrollar se enorme actividad física.

PARA UNOS CORRECTOS HÁBITOS ALIMENTICIOS...

     - En primer lugar, tened presente que la inversión de tiempo, dedicación, y sobretodo de paciencia, es garantía para prevenir futuros problemas de alimentación en vuestros hijos.
     - Acostumbradles cuanto antes a una alimentación equilibrada y variada en platos, sabores, texturas, consistencias... ¡incluso colores!  Es el modo de educar sus sentidos para disfrutar de cualquier comida.
     - Se les debe dejar claro, desde muy pequeños, que la comida tiene un momento y un lugar, que existe un concepto social que también conlleva o genera una dieta saludable y que los juegos y otras actividades llegarán después de comer.
     - Cuando les deis a probar un alimento nuevo, intentadlo al principio de cada comida, cuando tienen más apetito. ¡No os rindáis ante las primeras protestas, papis! Seguramente tendréis que insistir varios días, cocinando el alimento de distinta forma, hasta que los niños descubran el nuevo sabor, se aficionen y se acostumbren a él.
                   
     - No se deben emplear los alimentos como premio o castigo, lo único que lograréis es que vuestros hijos sean unos caprichosos con las comidas y sólo deseen comer determinados alimentos y rechacen otros, que además nunca consumirán.
     - A medida que van creciendo, van marcando sus preferencias sobre los alimentos y deberéis orientarles adecuadamente, ya que suelen presionar para comer sólo lo que les gusta.
     - Se puede comer de todo, pero en su justa medida. La moderación también es una premisa de salud. No existen alimentos "buenos" o " malos", todo depende de la cantidad que se coma de cada uno de ellos, de la variedad  y del equilibrio. Si nos alimentamos únicamente con un alimento, por muy bueno que sea, tendremos desajustes y carencias nutricionales.
     - ¿Sabías que cada vez más niños van al cole sin haber desayunado? ¿Cómo podemos esperar, pues, que rindan en clase? Convertid el desayuno en una de las comidas más importantes del día. Para ello, es imprescindible dedicadle tiempo (nada de levantarse con el tiempo justo) y, a ser posible, hacerlo en familia. Debe incluir una pieza de fruta o un zumo de frutas, un lácteo (leche sola o con cacao, un yogur...) y cereales (galletas, cereales, pan con aceite de oliva virgen...).
                           
     - Es recomendable completar las tres comidas principales del día ( desayuno, comida y cena) con un almuerzo a media mañana (en el recreo) y la merienda de la tarde. Recordad: se puede alternar cada día un bocadillo preparado en casa, fruta, un zumo de frutas, un lácteo...
     - La cena os puede servir a toda la familia para ayudar a equilibrar vuestra alimentación. Para ello tendréis que tener en cuenta los alimentos que habéis tomado el reto del día; por eso es importante que estéis bien informados del menú de vuestro hijo en el cole. Procurad que la cena sea más ligera que la comida: ensaladas, verduras, purés, cremas o sopas...y, como complemento, raciones pequeñas de pescado, carne o huevo, según lo que se haya comido al mediodía. ¡Ah!, y no olvidéis acabar con algo de fruta o un lácteo.
     - Para los niños que son muy activos y que gastan muchas calorías, es recomendable el consumo de un vaso de leche antes e irse a la cama.
     - Por último, no olvidéis que, como siempre que se trata de educar a los niños, hay que enseñar con el ejemplo más que con palabras. De poco servirá que les digáis cada dos por tres que coman fruta, que se coman el pescado, que desayunen antes de salir de casa, etc.; si a vosotros no os ven cuidaros de la misma manera. Los hábitos alimenticios se aprenden y unos buenos maestros son los padres.

Y, ¿QUÉ PASA CON EL COMEDOR ESCOLAR?

     El comedor de los centros educativos desempeña también un papel muy importante en la alimentación de vuestro hijo... ¡No en vano come allí cinco días a la semana durante la mayor parte del año!

     El comedor escolar es un aliado de los padres en el cuidado de la alimentación de su hijo, y una buena oportunidad para incorporar y potenciar el consumo de esos alimentos que a los niños no suelen gustarles demasiado: verduras o ensaladas (como primer plato o como guarnición de los segundos), la fruta fresca como postre y el pescado cocinado de diversas maneras. Para ello es necesario que los padres se impliquen, bien directamente o bien a través de las AMPAS, en supervisión y control de los menús escolares, unos buenos consejos que se pueden tener en cuenta son...
                                
  Los menús escolares  tienen que:

     - Incluir diariamente ensaladas, verduras y fruta fresca, de esta forma se puede asegurar un buen aporte de fibra, vitaminas y minerales.
     - Incorporar como pescado las piezas o partes que menos espinas tienen (lomos, filetes sin espinas) y prepararlo de diferentes formas, de manera que resulte más atractivo para los pequeños: con salsa, al horno, en croquetas o albóndigas, preferiblemente acompañado de guarnición.
     - Incorporar platos variados y con buena presentación, respetando las costumbres gastronómicas de cada región.
     - Incluir alimentos de temporada y realizar menús diferentes según la estación del año. Hay que intentar supervisar que los menús  estén basados en una variación periódica, incluso que preparen un mismo alimento de diferentes maneras; de lo contrario, puede que el niño no quiera comer estos platos sin ese condimento concreto que le agrada, o que tenga aversión a todos aquellos platos elaborados con la misma salsa, si no le gusta.
     - Para la elaboración no cocinar con mucha sal y reducir la grasa de la carne. Comprobar de vez en cuando cómo se elaboran  o cocinan los platos, puede permitir ver el valor nutricional de los mismos.
     - Llevar guarnición en los segundos platos: verdura o ensalada, sofrito de verduras… Hace que sea más fácil su consumo.

      El cuidado y el crecimiento feliz de los niños es fruto del trabajo conjunto de la  familia y el centro educativo. Conocer los menús escolares de permitir completar  la dieta con otros alimentos. Si los padres saben qué han comido sus hijos, será más fácil incorporar los menús de la noche. El comedor escolar tiene que mantener informados a los padres del menú semanal o mensual, para facilitarles el poder equilibrar y complementar la dieta de los niños en casa. Los padres deben supervisar y controlar los alimentos que forman parte de los mismos, la variedad y cantidad que se incorporan a los menús.

                                    
Bibliografía: “El cole. Instrucciones de uso”. B

jueves, 12 de junio de 2014

Pesadillas y terrores nocturnos

Las pesadillas infantiles y los terrores nocturnos se engloban dentro de los trastornos del sueño; caracterizado por acontecimientos o conductas anormales durante el sueño, a sus fases específicas o a los momentos de transición sueño-vigilia.
Pesadillas
Son despertares frecuentes en los que se tiene recuerdo detallado del sueño que ha sido muy vivido, relativamente extenso y que produce miedo al niño; por lo que se despierta ansioso, chillando y asegurando que tiene miedo.
Se producen durante el sueño REM, siendo más frecuentes hacia el final de la noche.
Las pesadillas suelen estar más relacionadas con el cansancio mental y con la ansiedad. A medida que disminuye la ansiedad diurna, también disminuyen los episodios de las pesadillas tanto en intensidad como en frecuencia.
Para algunos autores las pesadillas constituyen una expresión del proceso evolutivo de maduración del sistema psíquico y la puesta en marcha de los mecanismos defensivos.
Como actuar:
·        Utilizar una voz suave y tratar de no mostrarse excesivamente preocupado o ansioso por lo que ha sucedido.
·        Tranquilizar al niño diciéndole que está en la habitación, con sus cosas, cerca de sus padres.
·        Acompañar al niño durante algún tiempo mientras trata de conciliar el sueño.
·        Los niños deben sentirse protegidos.
Terrores nocturnos
Se caracterizan por episodios repetidos de despertar brusco, que normalmente se inicia con un grito de pánico.
La expresión del niño es de pánico, ansiedad, sudoración, taquicardia. El niño no responde a los intentos tranquilizadores de los padres no los reconoce y es incapaz de contactar con la realidad.
Se dan durante el periodo de sueño profundo, durante la primera parte de la noche. Suelen durar entre 2 y 10 minutos y normalmente no se recuerda porque el niño está profundamente dormido, aunque a veces se puede evocar imágenes fragmentarias del sueño.
La frecuencia varía entre los individuos; a veces suceden durante un periodo determinado (una semana…) con la edad tienden a desaparecer.
Los antecedentes familiares son uno de los factores que predisponen a tales episodios juntamente con el cansancio físico, las preocupaciones y algún tipo de medicación.
Como actuar:
·        Quedarse con el niño para vigilar que no caiga de la cama o sufra cualquier daño.  Recordamos que esta dormido.
·        No hablarle ni intentar despertarle, hay que esperar a que el episodio siga su curso.
·        Evitar que llegue excesivamente cansado a la noche, una siesta suele ser útil.

Escuela Infantil Comarca Los Monegros. Noelia Lacoma


miércoles, 5 de febrero de 2014

CONDUCTAS AGRESIVAS EN LA ESCUELA INFANTIL

Manotazos, mordiscos, empujones como forma de expresión.
  
Para una educadora de Educación Infantil 0-3 años una de las tareas más ingratas es la de explicar a los padres o a los abuelos que el niñ@ ha mordido o ha recibido un mordisco de otr@ compañer@

En el primer caso ,la familia puede pensar en lo dulce y cariños@ que resulta su pequeñ@ y empiezan a considerar que relacionarse con iguales en el Centro puede significar una no muy positiva  influencia para él o ella

En el segundo caso los familiares pueden llegar a pensar que la educadora, tal vez, no haya cumplido correctamente con su trabajo, y  al no controlar adecuadamente a l@s niñ@s, se produzcan actos violentos entre@ ell@s.

 Las preocupaciones en los dos casos son lógicas, pero no son correctas, vamos a explicar por qué:

Hasta el momento de su escolarización, el niñ@ ha tenido un contacto con iguales limitado a unos ratitos en el parque, con primos en reuniones familiares o con hij@s de algunos conocidos. En estas ocasiones siempre había adultos que dirigían los contactos.

La verdadera relación social con l@s iguales comienza con el momento de la escolarización. Acostumbrad@ a ser el centro de atención de su entorno, el niñ@ no sabe compartir la atención de su educadora y la posesión de los juguetes, y es lógico que desarrolle comportamientos más agresivos que en el entorno familiar porque allí no debe competir por atenciones y juguetes.

Vuestro hij@, como los demás, desea ser “el centro de todo”, pero también desea relacionarse con sus iguales por ello se generan conflictos de comunicación y relación.

Durante el primer año y medio aproximadamente, el pequeñ@ llora ante cualquier conflicto para que el adulto se lo resuelva. En este período de edad, hay niñ@s que muerden para aliviar las molestias de la dentición y en ocasiones para manifestar afecto porque se encuentran en la fase oral y la boca está relacionada con la muestras de cariño.

L@s pequeñ@s desconocen que el hecho de morder  tenga consecuencias negativas hasta que los adultos se lo hacen entender.

En el caso de los de los manotazos y los empujones, habitualmente los reproducen por imitación, al haber observado este comportamiento en otros niñ@s o en adultos.

A esta edad hay que explicarles que los mordiscos y manotazos hacen daño, mostrando caras de disgusto, enseñarles el modo de dar besos y abrazos como muestra de afecto.

A medida que los niñ@s evolucionan en su independencia, intentan resolver los conflictos relacionales solos; sin embargo, su nivel de lenguaje aún es limitado y cuando otr@s niñ@s les quitan los juguetes suelen reaccionar de manera impulsiva y “violenta”, bien tirando del objeto o con un empujón, manotazo, arañazo o mordisco. Es la reacción más habitual en niñ@s de entre 18 meses y 3 años, aunque en algunos casos la reacción es pedir ayuda al adulto o ignorar el problema y dejase quitar el juguete.

Los adultos en el ámbito familiar y en el escolar debemos hacer comprender al pequeñ@ que su acción provoca dolor en lo demás y mostrarle el modo correcto de relacionarse con iguales, enseñándole a resolver los problemas de forma adecuada.

Les haremos saber que nos disgusta que haga daño a otr@ niñ@, le enseñaremos”  a pedir perdón y a darle un beso.

Si la conducta se repite constantemente, pediremos que se siente separad@ de los demás para pensar un rato en lo que ha hecho,

No hace falta gritar ni hacer aspavientos, se trata de que asocie su conducta negativa con el cese de actividad y de que se aburra un rato viendo que el resto de niñ@s sigue jugando.

Está desaconsejado totalmente el azote la boca, castigarle en un cuarto cerrado, emitir juicios de valor personal, etc.
Si el niñ@ observa agresividad en los adultos, imitará estas conductas.

Además no debemos olvidar que el objetivo es corregir su comportamiento y no hacerle pasar un mal rato

En el inicio del curso escolar, suele ser frecuente la conducta de morder en algunos niñ@s. Estas conductas desaparecen cuando los niñ@s superan el período de adaptación.
  

Con la comprensión, la paciencia, y el apoyo de los adultos del entorno afectivo  los conflictos relacionales pronto son superados 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

SER PADRES UTILIZANDO LA COMUNICACIÓN NO VIOLENTA

El tema de este mes está relacionado con la comunicación NO violenta cuando se trata de educar a nuestros hijos.
En primer lugar, quiero llamarles la atención respecto al peligro de la palabra “niño”, dependiendo de la connotación con la que la utilicemos; es decir, existe una diferencia en términos del grado de respeto y compasión cuando pensamos en el niño o niña como nuestro “hijo/a”.
De la manera que hasta hace poco se enseñaba a concebir lo que significaba ser padre, se pensaba que la tarea de padre era hacer que el hijo se comportara bien.
Lo veis, una vez que uno se define como una autoridad, un padre o maestro, en la cultura en la que fuimos educados uno creía que su responsabilidad era hacer que las personas a las cuales uno les ponía la etiqueta de “niño” o “alumno” se debían de comportar de cierta manera.
Este objetivo, hoy en día conduce al fracaso, porque hemos aprendido que cada vez que nuestra meta es hacer que la otra persona se comporte de cierta manera, generalmente la gente se resiste (sea lo que sea que uno le esté pidiendo). Esto parece ser verdad, ya sea que la persona tenga dos o noventa y dos años.

PROTEGER LA AUTONOMÍA

Este objetivo de obtener lo que queremos de los demás o de hacer que hagan lo que queremos, amenaza la autonomía de las personas, su derecho a elegir lo que quieren hacer. Y cuando la gente siente que no es libre de elegir lo que quiere hacer, tiende a resistirse, aún cuando ve el propósito de lo que le pedimos.
Todo uso de fuerza coercitiva de nuestra parte invariablemente crearía resistencia de su parte, lo que nos llevaría a tener una conexión caracterizada por la animadversión. Y no nos gusta tener ese tipo de conexión con nuestros hijos, con las personas más próximas a nosotros y de los que somos responsables. Así pues, nuestros hijos, son las últimas personas con las que deberíamos entrar en ese juego en el que el castigo desempeña un papel importante.

NO CASTIGAR

            Este concepto de castigar suele ser recomendado por la mayoría de los padres. Un porcentaje muy elevado, cree que el castigo es algo justificado y necesario en la educación de los niños, pero es necesario que estas personas puedan llegar a ver cuáles son las limitaciones de cualquier tipo de castigo si tan sólo se hacen dos preguntas a sí mismas:
1ª.- ¿Qué es lo que quiero que mi hijo/a haga de manera diferente?. Haciéndonos esta pregunta, puede parecer que el castigo a veces da resultado porque, ciertamente, usando la amenaza del castigo o impartiéndolo, algunas veces podemos influir a un niño para que haga lo que queremos.
           

Pero, si añadimos esta otra cuestión
2ª.- ¿Cuáles queremos que sean las razones del niño para actuar tal como queremos que lo haga? Es esta pregunta la que nos va a ayudar a ver que los castigos no sólo no dan resultados, sino que además impiden que nuestros hijos hagan las cosas por las razones que quisiéramos.
            Ya que frecuentemente se usa el castigo y se justifica su uso, los padres sólo se pueden imaginar que lo opuesto de castigar es una cierta clase de permisividad en la que no hacemos nada cuando se comportan de maneras que no están en armonía con nuestros valores. Y, eso, tampoco es lo correcto.
                                                                           
TODOS GANAN

            Existe otro método fuera de no hacer nada o de utilizar tácticas coercitivas. Requiere tener conciencia de la sutil pero importante diferencia entre tener como objetivo el lograr que las personas hagan lo que queremos y tener claro que nuestro objetivo es crear el tipo de conexión necesaria para que las necesidades de todos sean satisfechas.
            Para que se establezca esta conexión, se requiere un cambio. Debemos dejar de evaluar a los niños en términos moralistas tales como correcto o incorrecto, bueno o malo y que adoptemos un lenguaje basado en las necesidades. Necesitamos ser capaces de decir a nuestros hijos si lo que están haciendo está en armonía con nuestras necesidades o en conflicto con ellas, pero hacerlo de una manera que no suscite en el niño culpa o vergüenza. Por ejemplo, en vez de decirle: ¡ No le peges a tu hermano!, podemos decirle:” Si te veo golpeando a tu hermano tengo miedo, porque quiero que todos estéis bien”.
            Este cambio en la manera de expresarnos, en el que dejamos de clasificar el comportamiento de los niños en términos de lo que es correcto o incorrecto, bueno o malo y en vez de ello utilizamos un lenguaje basado en las necesidades, no es fácil para aquellos de nosotros a los que nuestros padres y maestros nos enseñaron a pensar en términos de juicios morales. También requiere la habilidad de estar conscientemente presentes con nuestros hijos y de escucharlos con empatía cuando están alterados. Esto no es fácil cuando, como padres, hemos sido entrenados para precipitarnos a aconsejar o a tratar de solucionar las cosas.

EMPATÍA                      

            Es la capacidad que tiene el ser humano para conectarse a otra persona y responder adecuadamente a las necesidades del otro, a compartir sus sentimientos, e ideas de tal manera que logra que el otro se sienta muy bien con él.
            Pero muchos padres, al definir su papel como algo que los obliga a tratar de hacer felices a sus hijos en todo momento, se precipitan a decir cosas, a dar consejos…
            Pero no se dan cuenta de que, cuando sienten dolor, todos los seres humanos necesitan que los escuchen y les den empatía. Tal vez deseen recibir consejos, pero los quieren después de haber recibido esta conexión empática.
             Muchas personas creen que es más humano utilizar los premios que los castigos. Pero, ambas cosas pueden considerarse como un uso del poder sobre los demás y la Comunicación No Violenta está basada en el uso del poder junto con los demás. Y en el uso del poder junto con los demás intentamos ejercer una influencia, pero no a través del sufrimiento que les podamos causar si no hacen lo que nosotros queremos, ni tampoco a través de la manera en que los podemos premiar si lo hacen. Es un poder basado en la confianza y el respeto mutuos, lo que hace que las personas se abran y estén dispuestas a escuchar y aprender y a dar de buena voluntad, motivadas por el deseo de contribuir al bienestar mutuo, en vez de hacerlo impulsadas por el miedo al castigo o por la esperanza de ser premiadas.
            A las personas les resulta mucho más natural conectarse de una manera cariñosa, respetuosa y hacer las cosas motivadas por la alegría que sienten por el otro, en lugar de usar los castigos y los premios o el juicio y la culpa como métodos de coerción. Pero esta transformación requiere una gran cantidad de conciencia y esfuerzo.

GUÍA

            Es preferible tomarse un tiempo y comunicarse con los hijos de la manera que está en armonía con nuestros propios principios; aunque, a menudo va a recibirse mucho más apoyo de aquellos que nos rodean cuando se castiga y juzga en vez de comportarnos de manera respetuosa con nuestros hijos.
            Han sido muchos los padres que, tratando de ser más compasivos en sus relaciones con sus hijos, en vez de obtener apoyo, han sido criticados. Muchas veces, esto se interpreta como permisividad y no como dar a los hijos la guía que necesitan. Es una guía que proviene de una confianza mutua, no de una persona que está imponiendo su autoridad sobre la otra.
             Uno de los resultados más desafortunados de tener como objetivo el lograr que nuestros hijos hagan lo que queremos en lugar de buscar que todos obtengamos lo que deseamos es que, con el tiempo, nuestros hijos oirán una exigencia cada vez que les solicitemos algo. Y, siempre que las personas oyen algo que les parece una exigencia, es difícil que presten atención al valor de lo que se les está solicitando porque, pone en peligro su autonomía y esa es una gran necesidad que todos tenemos. Las personas desean tener la libertad de hacer algo porque ellas lo deciden, no porque se las está obligando a hacerlo.
            Si los niños piensan que serán castigados o culpados de algo por no hacer lo que se les pide, percibirán las peticiones como exigencias. Esta percepción elimina el placer que podrían sentir al hacer las cosas.
            Debemos obligarnos a detenernos, observar nuestros pensamientos y ver si realmente queremos que hagan las cosas para satisfacer sus necesidades o las nuestras. Debemos lograr que las necesidades de todos sean satisfechas.

                                                                            
Marshall B. Rosenberg, basado en su libro "Resolver los conflictos con la comunicación no violenta. Psicología social" Editorial Acanto. Año 2011- Expuesto por Rosa Sampériz.

viernes, 20 de septiembre de 2013

LA IMPORTANCIA DE LAS RUTINAS

Entre nuestras labores como educadoras de Primer Ciclo de Educación Infantil se encuentra la de establecer rutinas adecuadas que faciliten el control sobre lo que rodea al niño/a. Con “rutinas” nos referimos a los patrones de conducta repetidos que cada educadora y también las familias establecen.

Entre los hábitos más importantes se encuentran los relacionados con el sueño, la alimentación, la higiene y el orden. Debemos supervisar que se lleven a cabo de forma adecuada hasta que el niño las ha incorporado a su repertorio de conductas habituales.
Siempre es preferible incorporar cualquier pauta desde edades tempranas para después ir incrementando la complejidad y las responsabilidades a medida que el niño/a se desarrolla y las va dominando.

Es cierto, que los niños son como esponjas que aprenden continuamente de todo lo que les rodea, por imitación o por las consecuencias que tenga su conducta. Sin embargo, ayudarles desde fuera a crear sus hábitos servirá para que en un futuro interioricen y sean capaces de afrontar su mundo de una manera organizada, segura y autónoma. Incorporar rutinas proporciona al niño/a una estructura y esto aumenta su confianza.

Si establecemos rutinas adecuadas y el niño aprende que cada actividad tiene su momento, con la repetición irá aprendiendo a auto regularse, lo que facilita su funcionamiento, le ayuda a comprender mejor su entorno y le permite desarrollar su autocontrol e independencia.
Además, tener unas rutinas estructuradas puede evitar conflictos o enfados innecesarios.

Obviamente no siempre podemos cumplir exactamente con todas las rutinas. Por ello, es importante ser flexibles en su aplicación. En estos días especiales (fiestas, cumpleaños, etc.) conviene explicar al niño por qué nos las estamos saltando para que pueda entender el cambio.

Del mismo modo, cuando queremos introducir una nueva rutina  (deseable cada cierto tiempo) es importante que dediquemos un momento a explicar tranquilamente qué es lo que esperamos que haga, respondiendo a sus dudas. Un halago, un beso o simplemente dar las gracias servirán para que el niño vea que lo que hace tiene un efecto positivo.

En los centros de Educación Infantil de 0 a 3 años resulta impensable el trabajo diario sin establecer rutinas. Su puesta en marcha facilita nuestra labor como educadoras y el buen funcionamiento de los centros educativos.

En resumen:
LAS RUTINAS
ü  Proporcionan seguridad y control sobre el entorno.
ü  Permiten tener una estructura para predecir acontecimientos.
ü  Aumenta la autonomía y la autoconfianza.
ü  Puede evitar conflictos.


PRINCIPALES HÁBITOS Y RUTINAS DE LA ESCUELA INFANTIL

Entrada: Este momento es clave para el desarrollo del día. Se recibe al niño con afecto y alegría. Debemos transmitirle confianza.

Momento de Higiene Personal: Los cambios de pañal, el aseo, etc., se convierte en un momento de intercambio físico y relación afectiva con el adulto.

El Juego: Tanto en el aula, como en las salas de psicomotricidad, o el recreo es el momento propicio para el desarrollo del juego. Nos va a permitir el intercambio de juguetes con los compañeros, compartir, iniciación a la comunicación, resolución de conflictos, momento de esparcimiento y diversión tanto a nivel individual como colectivo.
La comida: Permite el aprendizaje de hábitos alimenticios y el  manejo de utensilios. El mantener el mismo horario facilitará y afianzará dicha rutina.

El sueño: La siesta y descanso tras haber comido y haberse aseado permitirá “recargar las pilas”. Puede resultar útil acompañar este momento de palabras cariñosas, de su chupete, de un entorno cálido e incluso, de música relajante.

El aseo: Es importante volverlo a realizar tras el sueño (peinarse, poner colonia, lavar las manos,…)

La salida: En este momento se comenta a los padres y madres cómo ha ido el día y se da y recibe información.
Puesto que los niños y niñas de la edad que estamos tratando no tienen todavía establecido el control del tiempo, las rutinas les ayuda a establecer el ritmo y tener una organización del día por secuencias.


BIBLIOGRAFÍA. Centro de Asistencia Psicológica PSICO – SALUD (Doctora Ana Rodríguez). 

martes, 19 de febrero de 2013

MIEDO A LOS EXTRAÑOS

         El niño, durante su etapa de bebé, suele ser placido y risueño. Sus padres estan encantados porque pueden llevarle a cualquier parte y siempre termina siendo el rey de la fiesta pasando de brazo en brazo. Pero desde que ha celebrado su primer cumpleaños la cosa ha cambiado. Cada vez que se acerca a él un desconocido, esconde la cabecita en el hombro de mamá y se pone a llorar e, incluso, se muestra tímido con familiares y amigos que ya conocía.
         ¿Qué le pasa?
En realidad nada. De hecho, su cerebro está más evolucionado, está más listo y más preparado para enfrentarse al mundo. Ha aprendido a diferenciar entre las caras conocidas, y los extraños, una potencial amenaza. Al mismo tiempo, ha establecido un vínculo muy especial con mamá, papá o ambos ( lo que se conoce como figura de apego) y a partir de esta unión , que le da seguridad y protección, tiene que empezar a explorar otras relaciones. Es una etapa de muchos cambios y a los niños tan pequeños les asusta. Así, el miedo a los extraños es lo que llaman los psicólogos un miedo evolutivo, es decir que es totalmente normal, forma parte de su desarrollo y va desapareciendo con el tiempo. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya que hacer nada: los padres tienen que ayudar a su hijo a adquirir las herramientas para enfrentarse a sus temores.
         ¿Les ocurre a todos los niños?
Entre los seis meses y los 24, más o menos, la mitad de los niños sienten temor ante los extraños y, aunque hay diversas teorías, las más extendidas apunta a que es un reflejo innato de supervivencia (“como no sé si me va a hacer daño o no, lloro para que mamá me proteja”). Hay estudios que confirman que las mujeres dan menos miedo que los hombres y los niños que los adultos.
         A algunos niños les asusta la gente que usa, por ejemplo, gafas o bigote, las personas de rasgos muy marcados o de razas diferentes. Los hijos únicos y los niños que están en contacto en su día a día con pocas personas diferentes tienen más posibilidades de sufrir este miedo que los que pertenecen a familias muy amplias o con padres de vida social activa.
         También depende de cómo se dirige a él el desconocido: si aparece por sorpresa y le coge o le achucha sin más preámbulos, seguramente recibirá un torrente de lágrimas como respuesta. Pero si el encuentro se produce en un sitio familiar para el niño y el desconocido le habla suavemente, le sonríe y le ofrece sus brazos, hay más posibilidades de que quiera pasar un rato con esa persona nueva; eso sí, al principio, siempre con papá y mamá muy cerquita.
         El miedo se puede acompañar de llanto, ganas repentinas de hacer pis…
         Son reacciones normales; mostrarse cauto, quedarse callado mirando fijamente al desconocido, dejar de jugar si lo estaba haciendo, evitar el contacto visual, intentar acercarse a una persona de confianza, gritar, salir corriendo, esconderse detrás de sus padres o de los muebles, taparse la cara con las manos, mostrarse irritable o agresivo…..
         El miedo a los extraños suele aparecer a partir de los seis meses, alcanza su máxima intensidad a partir de que el niño empieza a andar y después comienza a remitir. Si a partir de los dos años no solo no remite sino que empieza a empeorar o se mantiene a los tres años, podría tener un problema.
         Así hay que actuar
         “Mira que amiga más guapa ha venido a verme”. La madre recibe a su amiga con una gran sonrisa, le da un beso y le dice cuánto se alegra de verla, mientras la niña llora  en sus brazos y mira con desconfianza. Hace un rato le ha explicado ( aunque la niña todavía no habla) que esta tarde es especial porque va a venir una amiga a visitarlas. Al rato, la niña ya está en el suelo y cinco minutos más tarde está en brazos de la amiga, que ha utilizado un método infalible: ofrecerle un nuevo juguete. Las dos mujeres han creado una situación que ayuda a la niña a superar sus miedos.
¿Qué han hecho bien?.
         Respetar sus tiempos: Cada niño evoluciona a  su ritmo. No hay que forzarle. Si hoy no sale bien, habrá que intentarlo otro día.
         Crear un ambiente seguro: Es fundamental que el niño no pierda el contacto físico o visual con su persona de confianza. Si la mamá tuviera que abandonar la habitación y dejar al pequeño a solas con la amiga, sería mejor dejar la puerta abierta y hablar para que sepa que su mamá está cerca.
         Mantener la calma: Muchos padres anticipan y se angustian pensando lo que va a pasar. “Ahora me va a montar un show” y transmiten esa ansiedad a los peques, que perciben la situación como amenazante. El comportamiento de la pequeña es completamente normal, así que no hay por qué  agobiarse pensando que la niña “nos va a dejar mal” o tiene algún problema.
         Lo que no hay que hacer:
         No salir de casa: Reuniones familiares, tardes en el parque…cualquier momento es bueno para que la niña aprenda a socializar. Algunos padres (porque creen que protegen a su hijo o por no molestar a los demás), evitan acudir a sitios concurridos. Es un error porque los niños aprenden a relacionarse mediante la experiencia. Si en cuanto se acerca un extraño le coge en brazo o le alejan de él, ¿cómo no va a pensar que esa persona es peligrosa?
         Obligarle: El bienestar del niño está por encima de todo. En ningún caso hay que obligarle a estar en brazos de alguien.
         Etiquetarle o justificarle: “Es que mi niño es muy tímido” o “no sé lo que pasa, en casa es muy cariñoso”. Todavía no tiene una personalidad formada y su comportamiento cambia día a día, así que habría que hacer un esfuerzo por aceptar su comportamiento en esta etapa.
Articulo de Laura Guerrero. Asesorada por Carolina Ruiz, psicóloga del hospital Infanta Elena de Madrid.

Revista "Ser Padres"

        
                   EDUCADORAS: PATRI Y CHUS

miércoles, 30 de enero de 2013

LAS RABIETAS DE LOS NIÑOS: ¿A QUÉ SE DEBEN?

La rabieta se define como berrinche, enfado que suele durar poco y estar motivado por cosas sin importancia. Suelen comenzar sobre los dos años, cuando los niños comienzan a desarrollar su independencia y no les gusta que sus padres les digan  qué hacer o no les dejen hacer lo que quieren. No cuentan con el concepto “después” puedes hacerlo; por el contrario, lo que quieren, lo quieren ¡ahora! y si no lo consiguen la forma de reaccionar es una rabieta.
El pequeño suele gritar de un modo desmesurado, tirarse al suelo, retorcerse e incluso llegar a pegar a sus padres o poner una impactante cara de odio. Esta actitud, puede hacer perder los nervios a muchos progenitores, más si tiene lugar en un espacio público. Por eso, los psicólogos aseguran que la pataleta infantil debe corregirse lo antes posible para evitar que se convierta en una herramienta en manos de los niños, con la que el pequeño logre todo lo que se propone.
El pequeño no es capaz de controlar sus sentimientos, que le desbordan; y, por ello, responde de forma explosiva.
Las situaciones más habituales en las que se suelen producir las rabietas son cuando los niños están haciendo algo y sus padres ordenan hacer otra cosa (el niño está jugando, le decimos que hay que bañarse y no quiere), cuando se les dice que no (los niños quieren algo que les gusta en una tienda y se les dice que no), si por ejemplo están cansados o tienen hambre y fruto de pequeñas frustraciones (porque pueden estar jugando a un puzle o a un juego que no les sale) se mosquean y su reacción desencadena en una rabieta.
Para entender este comportamiento pensemos que los niños son muy pequeños y no tienen capacidad para expresarse y argumentar su disconformidad con los planes o decisiones de sus padres. Esta incapacidad para expresarse, irrita y frustra al niño. Tampoco sabe gestionar sus sentimientos, así que ¿qué opciones le quedan? La verdad que pocas, pues dado que no puede hablar sobre lo que le pasa, ni puede seguir con sus cosas, sólo le queda mostrar su enfado a través de una pataleta.
Los niños también utilizan las rabietas para llamar nuestra atención o manipular nuestras decisiones, en este caso estaríamos ante una rabieta voluntaria. Sin embargo, hay momentos en los que tienen sueño o están cansados e incluso tienen hambre y, en este caso, se pueden producir las rabietas involuntarias.
Todo esto, puede generar en los padres un aluvión de emociones desde agobios, estallidos de rabia, sentimientos de incapacidad…

¿Qué podemos hacer los padres para manejarnos en estas situaciones y ayudar a nuestros hijos? Aquí van algunos consejos:

CLAVES PARA ACTUAR FRENTE A LAS RABIETAS

  • Positiviza esta etapa. Créeme, necesaria en su desarrollo y afortunadamente si logramos mantener la calma pasará en unos meses. Si tu hijo se muestra especialmente testarudo intenta anotar cada día tres aspectos positivos de él. Te ayudará a relativizar las cosas.
  • Si es posible, intenta prevenir las rabietas. Tú mejor que nadie conoces a tu hijo, sabes si está más cansado, si tiene sueño. Por lo tanto, hay situaciones que es mejor evitar, Por ejemplo, si es muy tarde para quedarse en el parque, quizás mejor no pasar por delante, ¿no?.
  • Pregúntate qué te pide, ¿es realmente tan importante? En aquellas cuestiones en las que no está en juego la seguridad, en las que son simplemente que quiere las zapatillas en vez de las sandalias que tú quieres ponerle quizás mejor tener en cuenta su deseo. No se trata de una batalla, intentamos que muestre sus deseos, pero de una manera más adecuada, sin gritos, ni lloros.
  • Si el niño se encuentra muy frustrado y la rabieta ya se ha producido, no intentes razonar en ese momento. ¿Tú eres razonable cuando estás muy enfadada? Yo desde luego no. Así que mejor háblale con palabras simples, ponle nombre a lo que sientes “estás muy enfadado, cuando se te pase hablamos”.
  • Una vez que está más tranquilo, o bien cuando identifiques que se está poniendo nervioso, intenta distraerlo con algún juguete y/o actividad que le guste mucho.
  • Cuando se trate de algo importante, es imprescindible mantener el no para los padres desde una actitud tranquila, sin enfados, haciéndole comprobar que una rabieta no es la manera de pedir las cosas. Ten en cuenta que flaco favor le haces si a través de un rabieta consigue lo que quiere. Para tí será un alivio, porque se callará, pero lo que estaremos haciendo es aumentar la probabilidad de que si en el futuro quiere algo nos lo pida llorando.
  • Aprovecha algún dibujo animado o cuento para explicarle lo que es estar enfadado. Pocoyó tiene varios capítulos donde se enfada porque se le escapa un globo y deja de jugar con sus amigos por esto. Utilizad esos momentos para explicarle qué es estar enfadado y que unas veces uno tiene lo que quiere y otras no.
  • Muéstrate como un modelo positivo de aceptación de la frustración, muchas veces los hijos nos siguen más en lo que somos que en lo que les decimos. ¿Te enfadas e impacientas conduciendo y te ven perder los nervios? Si te ven aceptar las limitaciones de la vida con otro talante, les posibilitas observar otra forma de hacer las cosas.
  • Armaos de paciencia, es una etapa que bien llevada, pasa. Cuando transcurra un tiempo, según vaya adquiriendo más vocabulario, adquirirá más capacidad para poner nombre a lo que siente.     Esta etapa de las rabietas es el principio de algo imprescindible y muy positivo para su formación como persona. Aunque a veces exasperante, se trata de su manera de decirnos lo que quieren, sienten o piensan. Ayudemos a nuestros hijos a ser asertivos y a tolerar la frustración, será de gran ayuda para su vida adulta.